domingo, 23 de febrero de 2014

El pasado no ha pasado


Mis muy queridos amigos. Aquí estoy otra vez:
Desde la mejora en la que vivo, quiero contarles algunos pétalos domésticos del pasado. Corrían los años 50 cuando todo se hacía con las manitos: artesanos, obreros y gente del campo; en el mundo periodístico también. Había que correr como enano de circo y esperar hasta un par de horas y más para conseguir una entrevista o reportear un hecho noticioso, todo a patita nomás.
También había que apurarse para llegar a la redacción del diario a escribir en unas máquinas Underwood más antigüas que el hilo negro; eran de fierro, duras como palo, carcaza y teclas de color negro y letras blancas; también estaba la linotipia, una gran máquina que, junto a la Underwood, eran casi tan pesadas como el caballero. En la parte alta esperaban ordenadas  y en relieves, grabadas al revés, en moldes de plomo
Abajo, un teclado como cualquier máquina de escribir y, aparte, un grueso marco metálico llamado "rama" donde se ordenaban los títulos, subtítulos y la letra pequeña correspondiente a los textos comunes que conocemos y los clichés de fotos y dibujos. Al apretar una tecla, bajaba una letra de plomo, más o menos, pesada, como el caballero. La letra bajaba hasta la zona en la que el linotipista escribía.
Terminábamos la fiesta a las 4 de la mañana, con el diario recién impreso bajo el brazo, con olor a tinta fresca, como el pancito amasado. ¡Qué rico!
Al salir de madrugada de la pega nos esperaba un conocido local de la bohemia nocturna; Il Bosco, en plena Alameda para echarnos  un cafecito, conversar con los colegas y escuchar a Julio Martínez, bueno pa' blá blá como niguno. Nunca supimos quién pagaba el café, nosotros andábamos sin ni uno.
No me quedo corto: allí me enamoré 20 veces; ricas las minas, que no le hacían asco a este pechito; no se trabajaba por platas. La pega periodística era fascinante: pasábamos de un asalto a un incendio, a un asesinato o a un auto suicidio, o sea, alguien que se mató en el auto. Fue una época romántica llena de sorpresas cada día; no importa que fuera chico, el ser humano estaba primero que todas las cosas materiales. Y fue pasando el tiempo.
Bastante tiempo después comenzaron las privatizaciones; los pulpos hambrientos de la Derecha descubrían cada día, estrechos laberintos para llegar rápidamente al billete largo; ninguno de nosotros cachábamos hasta donde llegarían; privatizar las empresas del Estado, de servicios, bancos  y otras; comenzaron los préstamos con intereses gigantes y los cobros judiciales; quitar la casa a un deudor en invierno, con lluvia y frío no importaba. vender platita se transformó en un negocio monumental. El lucro hacía su entrada triunfal... y siguió pasando el tiempo...
¿Cachan el mote?
                                                                                                                           (sigue)
                                                                                                    

2 comentarios:

  1. Buen articulo. Gracias por una historia bien contada...


    R.V.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias amigo...sigue leyendonos todos los días con algo nuevo.


      Orsus

      Eliminar